- Especialista en Medicina interna por la FCM de la UNA
- Especialista en Endocrinología y Metabolismo por la FCM de la UNA
- Especialista en Didáctica Universitaria por la FCM UNA
- Médico-Cirujano, parte del Cuadro de Honor por la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Asunción.
Existen numerosas enfermedades y trastornos capaces de afectar la glándula tiroides, causando la producción excesiva o insuficiente de esas hormonas que el cuerpo necesita. Esto, a su vez, puede causar otros problemas en otras regiones. La doctora Melissa Escobar, Especialista en Endocrinología y Metabolismo y columnista de la Revista Médica B&H, nos explica todo lo que debemos saber sobre esta patología.
PATOLOGÍAS
Las alteraciones más frecuentes de la función de la tiroides son la hiperfunción tiroidea o hipertiroidismo y la hipofunción tiroidea o hipotiroidismo. El bocio y la presencia de nódulos tiroideos (benignos o malignos) son las 2 alteraciones estructurales más frecuentes. Hipertiroidismo: Afección en la cual la glándula tiroides produce demasiada hormona tiroidea. Puede causar cambios de humor, ansiedad, temblores, palpitaciones del corazón, pérdida de peso entre otros.
Hipotiroidismo: A diferencia del hipertiroidismo, afección en la cual la glándula tiroides no produce suficientes hormonas tiroideas. Si una persona sufre de hipotiroidismo a una edad temprana, esto puede causar problemas de crecimiento, retraso de la pubertad. En los adultos puede causar fatiga, alteración en la concentración, aumento de peso, estreñimiento, alteraciones psicológicas y en el ritmo del sueño, etc.
Bocio: este es el término utilizado para describir una tiroides agrandada y se asocia con un mal funcionamiento de la glándula. Puede estar asociado a un hipertiroidismo, hipotiroidismo o la función tiroidea puede estar conservada. En algunos casos, puede causar síntomas compresivos como dificultad para tragar e incluso dificultades para respirar.
Nódulos: La prevalencia de los nódulos tiroideos es muy alta en la población general, ya que la probabilidad de hallar un nódulo por palpación es aproximadamente del 5%, cifra que llega al 70% cuando se trata de hallar un nódulo oculto mediante ecografía. Hay que tener en cuenta que el 90% de los nódulos son benignos y el 95% asintomáticos. Los nódulos tiroideos no producen síntoma alguno, salvo la posible evidencia de un abultamiento localizado en la región anterior del cuello.
Cuando su crecimiento es importante, pueden producir efectos compresivos sobre estructuras vecinas, como la tráquea, esófago o los nervios recurrentes, produciendo dificultad respiratoria, alteraciones de la deglución o disfonía. Si son nódulos hiperfuncionantes, pueden dar lugar a hipertiroidismo. Un 10 % de los nódulos tiroideos pueden ser malignos, de allí la importancia de su diagnóstico, seguimiento y tratamiento oportunos.
DIAGNÓSTICO
Tanto el hipertiroidismo como el hipotiroidismo se detectan a través de un análisis de sangre, observando niveles alterados de hormonas tiroideas (T3 y T4 o tiroxina) y de hormona estimuladora de la tiroides (TSH).
El bocio se puede detectar con tan solo palpar el cuello al detectar un aumento de la glándula tiroidea. Ante el hallazgo de un bocio está indicada la realización de una ecografía y unas pruebas de función tiroidea.
Ante el hallazgo de un nódulo tiroideo, en primer lugar, hay que establecer si se trata de un tumor benigno o maligno. Los factores de riesgo de malignidad incluyen el antecedente de irradiación de cabeza y cuello, la exposición a radiaciones ionizantes en la infancia o adolescencia, los antecedentes familiares de cáncer de tiroides o síndromes hereditarios asociados a cáncer de tiroides y el crecimiento rápido del nódulo o la parálisis laríngea, entre otros.
Las pruebas diagnósticas más frecuentes son:
• Ecografía tiroidea: estudio mediante ultrasonidos de la glándula que permite conocer el tamaño de los nódulos, así como la presencia de características sospechosas de malignidad como la presencia de vascularización, microcalcificaciones, invasión extra- tiroidea, adenopatías cervicales, entre otras.
• Gammagrafía de tiroides: estudio de imagen funcional mediante isótopos radioactivos para conocer si el nódulo la absorbe en mayor o menor medida que el resto del tejido del tiroides. En el caso de nódulos calientes (aumento de captación) la probabilidad de malignidad es baja.
• Punción Aspiración con Aguja Fina (PAAF):
Prueba citológica que permite analizar las características de las células que componen el nódulo. Mediante la llamada clasificación de Bethesda (que va del 1 al 6) se establece un riesgo de malignidad del nódulo.
• En menor medida, realización de pruebas técnicas de imagen, como la Tomografía Axial Computarizada (TAC), la Resonancia Magnética (RM) y la Tomografía por Emisión de Positrones (PET), permiten ver el tamaño y extensión de la glándula.
TRATAMIENTO
El Hipotiroidismo se trata con la suplementación de la hormona deficitaria, T4 o levotiroxina, para devolver su TSH y T4 a niveles normales.
En cuanto al Hipertiroidismo no existe un tratamiento único que sea el mejor para todos los pacientes con hipertiroidismo. El tratamiento que su médico seleccionará dependerá de su edad, el tipo de hipertiroidismo que usted tenga, la severidad de su hipertiroidismo y otras condiciones médicas que puedan afectar su salud. Existen tres tratamientos posibles: fármacos (antitiroideos), yodo radiactivo o cirugía (tiroidectomía).
En el caso de Nódulos o de Bocio, siempre que se haya descartado la presencia de un componente maligno, el tratamiento depende de la evolución y los síntomas que producen. Normalmente, se realiza un seguimiento al paciente para controlar el tamaño del bocio y la aparición de síntomas de disfunción o de compresión de estructuras próximas.
En el caso de que un bocio adquiera un tamaño considerable y provoque problemas de compresión de las estructuras de la vía aerodigestiva superior, si hay una hiperfunción tiroidea que no se puede controlar con tratamiento médico, hay sospecha de malignidad (cáncer de tiroides), o, simplemente, por una cuestión estética, la intervención quirúrgica para la resección de la mitad o de toda la tiroides es la solución.
Es fundamental señalar que, dado que algunos de los pacientes pueden presentar alteraciones de voz tras la cirugía de tiroides, es fundamental el estudio de la función de las cuerdas vocales por el otorrinolaringólogo, como profesional de la voz, tanto antes como después de la cirugía. Además, una de las técnicas que se están empleando para reducir las posibles secuelas en la voz tras la tiroidectomía es la neuromonitorización intraoperatoria. Esta técnica ayuda en la identificación del nervio laríngeo recurrente, en su disección y en la predicción de una posible parálisis laríngea (PL) informando sobre su estado funcional al concluir la cirugía. Es importante recalcar que ante la indicación de cirugía (tiroidectomía) lo fundamental es realizarse con un cirujano experimentado en este tipo de cirugías.